jueves, 17 de noviembre de 2011

Abrió la puerta de la casa y la cerró de un portazo, dejó caer la mochila en el suelo cansada. Otro día de mierda, en una escuela de mierda, pensaba, cuando lo vio pasar rumbo a la cocina, apenas una sombra borrosa con un jersey negro. "otra ilusión", pensó ella dejando escapar un suspiro, pero ¿y si era real?¿y si él estuviera allí de verdad? tenía que saberlo. Apresuró el paso hacia la cocina, donde él había ido, la recorrió con la mirada... nada. Un movimiento, estaba segura de que era él, acababa de ver sus cabellos dorados. Esta vez corrió de vuelta al pasillo, otro movimiento, el mismo jersey, la misma persona. Se fue rumbo al sótano, se apresuró a bajar las escaleras de madera que gimieron bajo su peso. El sótano, aquella sala oscura y húmeda que tanto miedo le daba desde que llegó a esa casa.

- ¿Ethan? ¿Ethan estás aquí?. Sus palabras resonaron en la gran habitación.- Ethan no tengo ganas de jugar al escondite.- estaba perdiendo los nervios, notaba la mirada de alguien detrás suya.- ¡Sal de una vez!.- Gritó.

Entonces aparecieron todos a la vez, salieron como sombras de la oscuridad, rodeándola.

- Mira lo que me hizo.- Susurró la voz de una mujer que había aparecido a su lado, estaba toda mojada y vestida con un camisón blanco.

La chica gritó, intentó dar media vuelta pero un hombre con un gran golpe en la cabeza, la cara ensangrentada y una mujer con el cuello abierto y el cuerpo lleno de sangre le taparon el paso.

- Señora, he tenido un accidente con el coche y estoy herida, necesito ayuda.- Susurró una mujer
- ¡NO!- La chica grito y corrió por la habitación rumbo a las escaleras, detrás suya unos hermanos gemelos con el cabello anaranjado corrían mientras jugaban con tirachinas y reían.
Cuando consiguió llegar a las escaleras, una figura surgió de las sombras, esta vez un médico con una mascarilla y un extraño aparato metálico en las manos.

- ¿Te ha medicado mi mujer?¿estás preparada para la intervención?- Preguntó.

La chica corrió escaleras arriba, pasando por el vestíbulo y recogiendo su mochila en el camino, subió corriendo las escaleras. Eran alucinaciones, estaba segura de ello, ¿qué más podrían ser? no dejaba de pensar en ello con sus voces resonando en su cabeza. Se paró en medio de las escaleras, aún con la mochila en la mano. Algo la hizo pararse, música, sí, música, resonaba en toda la casa y venía de su habitación, pero ella no había estado allí todavía. Era Ethan, tenía que serlo. Volvió a emprender la carrera y llegó a su habitación jadeando por el esfuerzo. En efecto, la música resonaba desde su minicadena a un volumen atronador. Se acercó hasta la estantería y lo apagó. Se dió la vuelta y en su pizarra alguien había escrito algo con letra irregular, sólo dos palabras que hicieron que su mundo comenzara a dar vueltas : te amo.

Se dejó caer en el suelo, cansada, apoyando la espalda en la cama. Se encogió sobre sí misma y comenzó a llorar. Levantó la vista con la mirada inundada en lágrimas que dejaban regueros de agua salada por su cara. Su mirada se fijó en la mochila, tirada de cualquier manera cerca del escritorio, veía la mochila sin mirarla realmente. Se arrastró hacia ella y, con cuidado sacó un bote de pastillas. Lo miró a la luz de la lámpara. Simples pastillas que no harían daño, si se tomasen en pequeñas cantidades. Se acordó de la mierda de vida que llevaba, de sola que se encontraba y que en unos simples movimientos acabaría todo el dolor. Sus manos actuaban por si solas, abrió el bote de pastillas y sacó una botella de agua de la mochila. Se tragó una, luego otra, otra, después un puñado y la botella de agua se acabó, dejó caer el bote al suelo. Se puso de pie con dificultad, tambaleándose de un lado a otro y se acostó en la cama, encogida sobre sí misma, tenía sueño, mucho sueño y lentamente fue cerrando los ojos.

El chillido resonó en toda la casa, seguramente se hubiese oído fuera. Un chico de cabellos rubios y un jersey negro arrastraba un cuerpo inerte por el pasillo. Gruesas lágrimas descendían por sus mejillas. "Los hombres no lloran" solía decirle su padre. Eso ya no importaba, se dijo a sí mismo. Lo importante ahora era salvar a la razón de su existencia, a su vida, a ella.

- ¡NOO! Violet, no te mueras, no por favor.- Sollozaba el hombre mientras arrastraba el cuerpo de la chica por el pasillo, rumbo al baño.- No te mueras Violet, no me dejes.- Volvía a gritar mientras nuevas lágrimas caían por sus mejillas.

Llegaron al baño, él metió a la mujer en la bañera, junto con el. Abrió el grifo del agua fría, y el líquido empezó a mojarles, aunque ella seguía sin abrir los ojos, sin moverse, como si estuviera...no, no podía estarlo. Inclinó su cuerpo y metió sus dedos en su boca. Haría lo que fuera por ella, y no dejaría que nada ni nadie la hiciese daño, aunque fuera ella misma

- Vamos Violet, por favor... no me dejes, por favor.- Susurraba en su oído. como si pudiera escucharle.

La chica se convulsionó y expulsó lo que, seguramente había sido su comida. Tosió, jadeó y volvió a toser. Miró desconcertada a su alrededor, empapada de pies a cabeza y con unos fuertes brazos rodeando su cuerpo. Alguien, detrás suyo sollozaba y suspiraba.

- Violet...-Susurró el chico en su espalda.

Ella volvió a llorar, él la abrazó más fuerte,y ambos se quedaron bajo el frío chorro de la ducha, juntos.